Desde pequeño, Daniel aprendió a trabajar las tierras de la parcela donde vivía con su familia y donde llevaban una vida muy hogareña. Por problemas económicos dejó de estudiar en primero medio y se puso a trabajar, primero con su padre y luego, a los 17 años empieza a trabajar en una faenadora de aves y hacía “pololos” en algunos campos.
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